Tuesday, January 22, 2008

El heavy no es violencia

Mira que yo soy muy cabezota cuando quiero, pero tengo que darle toda la razón a Juanma cuando me echa la bronca por no actualizar esto. Y en realidad es todo pereza, porque quería comentar un par de cosas que seguro que acabaré contando (a nadie le importará que el post que tenía pensado para Halloween lo cuelgue en marzo, ¿verdad?).

De todos modos hoy no pondré gran cosa, sólo aprovecharé para recordar otros tiempos en los que la Sala Canciller quedaba por San Blas y por su escenario pasaban los grupos más macarras ante una audiencia de chupas de cuero y melenas y minis de cerveza. Recuerdo haber visto a Vai, a Manowar, a Platero y Tú... extrañamente también vi a Radiohead en este "Templo del Metal" (sic) antes de que fueran el grupo más molongo del momento. Pero probablemente a quienes viera más a menudo en el antro con los baños más apestosos de Madrid fuera a ese grupo de Orense, imprescindible en la historia del rock español: Los Suaves. Y hablar de ellos es hablar de Yosi, que me recuerda a tres cosas:
  • Lo mal que ha envejecido concierto a concierto.
  • Lo que se habló en su tiempo sobre si había sido policía secreta o no y si había o no que quemar todos los discos de Los Suaves.
  • Lo buen cronista urbano que ha sido, y cómo ha escrito canciones melancólicas y amargas que se han convertido en himnos de una generación. O de media, o de un quinto, qué sé yo...
Los Suaves siempre ha sido un grupo con un público entregado, apasionado, fiel... Y gracias a ello, oír Dolores se llamaba Lola en directo cantada sólo por el público era francamente divertido. Pero por muy bien que me lo pasara en sus tiempos con ellos, ahora sólo los oigo con nostalgia, ni se si están realmente en activo. Pero tenían este gran tema donde Yosi habla de su vida, y se lamenta de su fortuna. ¿Y a que no sabéis qué fecha menciona? Feliz cumpleaños, Yosi... pero sobre todo: ¡Feliz cumpleaños, Fernando!. Como no tengo tu teléfono de la India, y tus mails muchas veces me rebotan, te lo digo desde aquí. Ya sabes que lo de las maldiciones no va en serio: viva el día veintitrés.


Maldito el año del cerdo
enero desgraciado mes
de aquel perdido invierno
triste día veintitrés.
Y que en las listas del tiempo
no se olviden esta vez
de borrar aquel momento
Horas: las malditas seis.